09 March 2021

Música de organillo

 

Como las tardes nubladas

eres helada, Jazmín

El viento, sin decir nada,

viene con nubes sombrías

y en silencio se las lleva.

 

Como el paisaje de invierno

es hoy tu imagen, Jazmín,

cala mis huesos el frío

y aunque inhalar me lastima

tras la estepa desolada

distingo aún los colores

de nuestros días unidos.

 

 

Como hilo de barrilete

es tu ternura, Jazmín,

alto suspende el cometa

hasta embriagarlo de altura

y se corta de repente

dejando fragmentos sueltos:

un hilo roto en tus manos,

yo sin rumbo en la estratósfera.

 

Como el Verbo vuelto carne

fuiste la vida, Jazmín.

Con un soplo de tu boca

me diste un alma creadora

y un corazón que sin pausa

marca el pulso de tu aliento.

 

Eres visión en los sueños

y obsesión en la vigilia

esperanza en el tormento

de mi fe desesperada.

Eres temblor en mis manos

y atadura en mi garganta.

 

Como las aguas del lago

misteriosa eres, Jazmín,

aguas calmas en la orilla

fiera tormenta en la hondura.

 

Como cáliz eucarístico

pan de vida eres, Jazmín,

tomarlo da fuego eterno

que la excomunión hoy troca

en las llamas del infierno.

 

Como el aire de Los Andes

es tu presencia, Jazmín.

si tú estás, y te respiro,

tengo vida y tengo aliento;

sin ti, Jazmín, yo me ahogo

callan mi voz y tus tacos

y el perro que abre tu nombre

y esa otra voz cristalina

cuyo son es mi sustento.

 

Para el río, cesa el viento,

se amortecen las estrellas,

y el arco del firmamento

se derrumba y me tritura.

Sin ti el cosmos se atraganta

y a mí me ahoga, Jazmín;

mi existencia se suspende,

todas las luces se apagan

y las sombras me devoran.

 

Estas líneas de la asfixia,

del vacío, de la nada,

si algún día resucitan

ante tus ojos, Jazmín,

ojalá entonces ya sepas

que cada impulso y cada acto

cada grito y cada nota

cada palabra y silencio

cada sueño y pensamiento

cada acierto y cada error

nuestro antes y mi después

fueron ofrenda de amor

que a tus pies pongo, Jazmín.

 

Julio de 1979

Junio de 2022

 

 

 

 

 

 

 

 

 

08 March 2021

Invernal

Soledad

invernal

confluencia ingenua

de esperanza y duelo,

de atención ardiente

y corazón marchito.

(Si supieras, ángel,

cuánto fuego anido,

no consentirías

este invierno ingente.)

 

Duración

sin final.

En la estepa austera

mi alma despoblada

escruta el infinito,

en espera eterna.

(Si por fin abrieras

tus ojos de estrella,

flores poblarían

mi paisaje aciago.)

 

¡Qué silencio helado

tirita en mis huesos

donde ayer tus manos

tañeron arpegios!

Tus dedos esbeltos

repliegas en puño

y en mis cuerdas yertas

crecen telarañas.

 

Discreción

del amor.

La llama votiva

constreñida en brasas

arde en mis entrañas

cercadas de hielo.

(Si tu mano abierta

tocara mis ascuas,

juntos tornaríamos

la estepa en vergel.)

 

Ruiseñor

del dolor,

no cantes de noche,

cuando el viento ulula

y un filo de hielo

mi pecho atraviesa.

Canta en la mañana,

desde mi jardín,

cuando el verde me hable

de un mejor venir.

(Si ella se apiadara

franqueando el umbral

tu canción ya nada

me lastimaría.)

 

Tú, Jesús,

Redentor,

que en mortal suplicio

tu carne ofreciste,

enséñame cómo

someterme al yugo;

dime una palabra

que en pie me mantenga

antes que a la angustia

mi fuerza sucumba.

Tú, que, como nadie,

por amor sufriste,

¿cómo conseguiste

acatar la injusticia?

(Si no te sintiera

compartir mi espanto

ya sus pies habría

bañado de súplicas.)

 

Voluntad.

Aguardar.

Ése es el dictamen

de un destino ignoto

que cierra compuertas

y ahoga torrentes.

(A ti, que deslizas

sobre el mar bravío,

te traigan los vientos

a calmar las aguas.)

 

15 de julio de 1979

Marzo de 2021

 

 

 

 

 

 

 

 

 

07 March 2021

Chon-Ja

Chon-Ja

 

(Kasumapuge)

 

Como una sorpresa en la noche profunda

me miró tu rostro tras el mostrador.

Estabas allí, no sé desde cuándo

dada a tu faena de licor y charla

con un suave esbozo de sonrisa triste,

madura y lejana, pero hospitalaria.

 

Tras el maquillaje de blanca neblina

tu cara irradió, notándose apenas,

un hálito suave que tocó mis manos,

que llenó mi vaso y que mojó mis labios. 

 

Como un vientecillo de esa medianoche

de invierno, escurrido por una rendija,

vino de tu cuerpo un aire incomprensible

que pasó silbando por toda mi piel.

Pero yo no supe cuando eso ocurrió.

Todo lo que supe fue que al tú decir

tu nombre, en respuesta a mi ruego curioso,

ese nombre ya era para mí una música

que reverberaba, nueva, en mis costillas.

Como campanillas de forja reciente

tus dos sílabas juguetearon en mis labios

fue un beso que di a tus ojos en el aire

mientras me escuchabas repetir: Chon-Ja.

 

Dos notas extrañas, coquetas y ágiles:

la primera salta y se cuelga en el aire

la segunda ciñe firme al brincador

un rasgo violento que rompe la calma

y un grito que a ella insta, mas no la restaura.

 

Tu nombre no acaba en tono tan precario

cuanto más lo digo, más sé que algo falta

un tercer sonido que venga a reunir

lo que el toque del inicio cercenara.

Inconclusa como ahora es tu presencia

quita rectitud y firmeza a mis pasos

que más bien quisieran a ti dirigirse

a buscar esa otra cadencia que pueda

devolverme la armonía interrumpida.

 

Komagane, 10 de enero de 1983